Menguando la espera

Creo que se acerca un momento trascendente de mi estadía en esta prisión del demonio. Sonidos huérfanos atacan mis oídos y esquivan los muros de manos que intento interponer ante ellos. Parecen sonidos nacidos de la malvada intención de alguno por molestarme, por perturbarme, como si no estuviese perturbado ya. Tengo momentos de mayor clarividencia e instantes de verdadera perdición psíquica. Tengo miedo a enloquecer o lo que es peor, a ya haber enloquecido, con un retardo en la cuenta de que ya soy un orate. Espero ansioso. La ansiedad mata, pero también alimenta, predispone, da energías mientras uno se agota. La cabeza carbura, medita... ¿Habrá alguna forma de salir? Debo aprovechar el tiempo. Debo delinear una estrategia de combate intelectual con estos granujas que, insisto, para mi son de la ******** o de algún organismo secreto del estado. No pueden ser improvisados quienes me tienen aquí. No hay otra chance: son profesionales, preparados y saben lo que hacen. Eso es lo que más me asusta. Si me dan esta posibilidad de comunicarme con el exterior por este medio debe ser por algo. Tengo miedo. Mucho miedo, a pesar de los mensajes que ustedes me envían. Gracias, pero no alcanza... no se si llegará a ustedes lo siguiente pero sepan que el verdadero nombre de mi mujer es ************************, aunque yo, desde aquí y hasta ahora la llamo Penélope. Siento un aroma raro... creo que me quieren hacer dor