jueves, 30 de agosto de 2012

Maldita oscuridad

Cae la noche y las pocas luces de este hueco se apagan. El infortunio parece tomar dimensiones totales, como la oscuridad... extensiones negras, ciegas, de parpados clausurados, de ojos quemados para siempre. ¿Es esto la ceguera? Si Borges estuviera conmigo... quizá pudiera ser diferente, pero la soledad no deja de acompañarme y la nada camufla las paredes de esta celda, de este mundo minúsculo que no tiene domicilio, que no alcanza ni para colmar mis pulmones con aire... aire infesto... porquería que este sistema me dio sin que la pida ni la merezca... sabrán de a poco más de mí... acá es peligroso dilatarse demasiado. Sólo diré, por ahora, que hice bien en crear este medio de comunicación antes de llegar al punto de inflexión, aquella mañana de hace varios meses atrás en la que un grupo de hombres me sacó de mi hogar para llevarme a un absurdo juicio... juicio que nunca fue, que no recuerdo que haya existido... He deambulado por agujeros y nosocomios de dudosa legalidad. Una mañana -o una tarde, o una noche, que más da- desperté aquí. Aquí me tienen estos granujas. Debo ser fuerte, debo aprender, debo huir en algún momento. Si alguien lee esto, hágame el favor de difundirlo. Hay más como yo. Aunque no pude verlos, en la maldita noche, en el silencio sepulcral de las malditas noches que paso acá, escucho sus ruidos fisiológicos, sus latidos, sus toses, sus rebeldes gases intestinales. Debe saberse que en nuestro país aún hay gente que vive un encierro sin causas... Alguien viene. Sólo deseo agregar que mi familia se encu

No hay comentarios:

Publicar un comentario